DESPEDIDA EN TIEMPO DE GUERRA
Me llenaste de fiesta las entrañas.
Me inventaste un poema cada día.
Me tejiste mariposas en el pelo.
Te incrustaste en mi piel
—doloroso cuchillo de amor que se despide—
y ahora se me mojan los ojos de pensarte
y siento rebalsar de agua mis venas
y mi sangre buscarte.
Te quedarás conmigo,
amante, compañero, hermano.
Conmigo para calentar mis soledades
y las duras jornadas de esta guerra.
Te quedarás impactado en mis huesos
como bala certera que conoce la ruta
hacia mi centro.
Yo te llevaré en mis vestidos,
en mis pantalones de trabajo,
en la chaqueta azul,
en la cobija;
te llevaré como amuleto
como piedra encantada contra los maleficios.
Te llevaré como llevo estas lágrimas retenidas,
ahora que no hay tiempo,
ni espacio,
para llorar.